Bien es sabido que, salvo honrosas excepciones, la carrera de un cantante de ópera tiene una duración limitada. Si no es llevada con inteligencia, dosificando las actuaciones y cuidándose muy bien de qué roles son los apropiados para cada voz, el declive es inevitable. ¡Cuánto me acuerdo de mi querido Alfredo Kraus, siempre fiel a su técnica y a su voz y en plenas condiciones hasta el final! Pero qué le vamos a hacer, él fue y será una excepción.
Últimamente me ha sorprendido mucho ver a Ainhoa Arteta, en teoría con años de voz plena por delante, haciendo caja de televisión en televisión versionando temas pop. Si bien es verdad que para ella, acostumbrada a afrontar las dificultades de las arias operísticas de su repertorio, grabar un disco como este último le supone el mismo esfuerzo vocal que beber un vaso de agua, me llama la atención el atrevimiento y la naturalidad con el que se pone a cantar una canción como "Tears in Heaven" o muchas otras, por desgracia, no con demasiado gusto.
Ya nuestro tenor más universal, Plácido Domingo, lleva años dedicándose a cantar, ahora rancheras, ahora unas coplas, que si "Plácido in love", y cosas así. Además, una vez descubierta la magia de la batuta (ni desafina, ni salen gallitos cuando se sacude en el aire), más de uno antes o después se agarra a ella, y si no que se lo digan al anteriormente mencionado Domingo, a José Cura y a un largo etc de cantantes e instrumentistas.
Como no me quiero extender y sé que me han pillado perfectamente por dónde voy con mi post de hoy, les dejo un vídeo ilustrativo. Juzguen por ustedes mismos.
Al César lo que es del César, y a Clapton, lo que es de Clapton.
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